foto, prangano
Por: prangano
Amor de cabaret.
Los días fueron pasando sin que me diera cuenta de que todo tiene relación íntima con el puto tiempo, ese cabrón que tan solo nos dice al oído que no lo molestemos que lo dejemos fumar su pipa de la paz en total tranquilidad.
¿Cómo iba yo a imaginarme que conforme caminaba por las calles sucias y abandonadas de esta méndiga ciudad, tú ibas a estar ahí mirándome pasar? La respuesta a esta pregunta vino cuando el sol se introdujo por una pequeña rendija que había en la habitación contigua a la mía. A la de este jodido hotel de paso.
Sobre Tlalpan es común el ir y venir de las suaves brisas que con su aroma a sexo recién vertido en las sabanas, deja muy claramente respirar aún los cálidos fluidos de la entre pierna de una linda damisela.
Después de vestirme, dejo sobre el buró una nota que con pocas palabras hace mención a que el diablo vino por mí, me llevó a los labios carnosos de otra joven aventura, que con canas en el vello púbico, me excita lo suficiente como para solo dejar esta estúpida nota, que en pocas palabras tan solo dice que lo nuestro valió verga.
Con el pene estimulado tanto como el vil garrote de la santa inquisición, abordo el metro de la ciudad con rumbo definido, con una sola meta en mi fijación de macho amamantado por el smog; el humo de un cigarro me recuerda que he llegado a mi fortuito destino, pues sin saber a ciencia cierta que demonios es lo que me espera de esta hembra, me digna el imaginar estar dentro de su vulva, acariciarla, ser portador de un virus que la pueda dañar tanto que al momento de llorar, tan solo recuerde que este miembro es el mió, y que ya no habrá otra oportunidad de recibir a nadie más que no sea este infeliz desgraciado, que en una sola venida sepa que llegue para quedarme, por tiempo indefinido, para darle el mayor placer que jamás haya siquiera pensado en sus más bizarros sueños.
La vida siguió su nefasto curso, enamorados y flechados quedamos, entrelazados como mancha de arte abstracto; como el último pincelazo que diera Dalí a uno de esos mamotretos que hoy reconocen como artísticos. Mis dibujos pornográficos son mejor cuando bebo la sangre del mes presente de mí amada, cuando hago siluetas en el lienzo del aire y de un sorbo, me ahogo en la orina de un perro callejero que me ladra al oído que Dios esta haciendo mierda en el nuevo testamento, como para recordarme que la mejor iglesia esta en el pecho de cada individuo, que el espíritu es la tierra que palpita en cada chingadazo que le hacemos llegar. Me sigo manoseando a la que en turno ocupa un lugar en mi aletargado corazón.
La belleza resalta por todos los poros de esta tierna aberración, en la que lo más fácil de identificar son los muslos que acaricio, como tela de seda fina, de esa que cuesta un huevo comprar, así, con clase, de calidad que explícitamente me transforma en aquella sombra que una vez fui, la que siendo amante de los fantasmas más macabros, me llenaban de la gran sabiduría que ahora poseo.
Me despoje de mis vestimentas, me atragante de tanta atrocidad que me rodeaba en ese instante, no supe que decirle a mi diario íntimo de un bohemio; de la negra modelo, la espuma me hizo alucinar en las parrandas de adolescencia, que con dolores de estomago, eran el pasaporte directo a la chingada.
Una nueva alegría.
Ya estaba hasta la madre de seguir piense y piense en como salir de esta confusión, en la que me meto cada nuevo día en que no estas a mi lado, sigo con la misma vieja intención de ver caer las hojas secas cuando el otoño llega sin anunciarse, cuando el puto frío me deja sentir que a pesar de que ya no me besas, cualquier indicio de un arcoiris sabe a la dulce fragancia de tener sexo callejero con esa niña de mirada intrínseca. Me volví a dejar cautivar por la alegría del caos.
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He ido obteniendo más de lo mismo, más del sabor amargo de este licor barato, pero al arrepentirme de los brebajes extraños que se consumen solos en el vaso roto de cualquier barra de bar, me alejo de esta dinastía de ultranza, significativamente me obstruyo, me bloqueo mentalmente para tan solo ir averiguando lentamente que ya nada esta en donde lo deje, que la vieja guardia se disfraza de mediocridad y al oscurecer son las mismas personas que cuando jocosamente nos emborrachábamos para coquetear con las putas zorras de la cuadra que nos acompañaban en este pinche penar.
No sé. Tal vez sea mejor tan solo coger un lápiz y un papel en blanco para darle forma a esta simbología obtusa que da vueltas en mi cabeza. Lo hago, me detengo a fumar un cigarro esperanzador, lleno de vitalidad, de fineza pura que traspira por mi decadente forma de hacer el amor. Sigo prefiriendo el romanticismo a esa propuesta irreverente que es tu sadomasoquismo.
Tú que me abrazaste una sola vez, tú que te sonreías de la vida de perro que llevo, tú que me dejaste rozar tus enormes senos, tú que no escribes nada, tú que atormentas mis sueños de pendejo, tú que bebes y luchas para que tengas porque beber y porque luchar, tú que estas tan lejos de mi vida, tú que me invitas a bailar y bailas sola, tú que te disfrazas de intelectual para aparentar tu poca imaginación, tú que me provocas hambre, tú que lees un libro vaquero, tú que susurras esperanza, tú que barres y trapeas el polvo de un adiós, tú que cuidas a una vieja cabeza dura, tú que sigues ahí apoltronada en tu reino de cerveza, tú que me excitas al imaginarte desnuda a mi lado. Tú enajenante obstáculo de distancia infinita.
Hay que saber que probabilidad tenemos de ser lo que queremos ser, y también a quien queremos tener en nuestro lado, para apoyarnos y sujetarnos de ese alguien, para que cuando sintamos el bajón, ser capaces de levantarnos cual saetas que se elevan con el viento.
Entendiendo una vida sexual plena.
Entre culos y tetas grandes es como me gustaría morir, entregarle el equipo a unas lindas muchachas de la vida alegre, para que en una orgía de emociones encontradas, me cojan hasta que mi corazoncito espire, dé su último aliento, pida la piedad de los cielos, como cuando Jesús se desclavó de su putrefacta cruz de madera, con sus clavos oxidados y su vida hecha mierda.
Las experiencias religiosas que se pueden sentir son solo el deshecho tóxico que me impiden poder darme un poquito de cariño, de abrazarme por completo, de violarme lentamente mientras pienso en tu boca de golosa que pide siempre más, mientras en la pantalla una escena porno me distrae por el suficiente tiempo como para no saber más de mi y tan solo comer más y más de esa bolsa de papas adobadas de marca sabritas.
La música suena a todo lo que da el pestilente estero, las bocinas retumban, el escombro de los recuerdos han llenado por completo el hueco amorfo que permanece en mi pecho de hombre hediondo; los pedos son el alarido perfecto para exclamar la frescura que le da vida a esta nueva orgía.
La clandestina es la mejor manera de que una mujer entregue su apretadito culo.
No he podido darme cuenta de cómo voy a lograr atravesar esa zona erógena que con tanta santidad proteges a la cual no permites que le dé un besito mordelón, pues me argumentas que a mordidas solo la lastimare, la dejare morada y así no podrá parir la libertad. Tu fresa se marchita y se destruye para que deje un mal sabor a boca, un aliento de fresa muerta, de mierda de perro pisada por un político ladrón, que en el congreso de la unión tan solo acuerda la revancha de los aztecas, pero su origen es el español, no el mexica del cuerno de la abundancia.
“A quien le dan pan que llore”. Es una frase bastante profunda y llena de gracia, pues no es sencillo encontrar a una chica que sin mayores preocupaciones este dispuesta a soportar mi calentura, el calor de mis erecciones que se agudizan conforme las muchachas se contonean a mi lado, con toda la baja intención de seducir a mi pito, que según dicen los refranes del mal hablar: “Más vale pájaro en mano y gozar como un enano”, o aquella legendaria oración que me remite a alburearme a cualquier mujer que se detenga ante mi mirada penetrante: “Te lo mamo en tu mes”. Es lindo estar y saber recibir las críticas ambiguas de esta bebida de los Dioses. Pulque mió ven a mí.
De lleno y seco.
Pues es muy cierto cuando se dice que la vida esta en la orilla de la credibilidad cada vez que el antojo se lleva de lleno y de un solo golpe todo aquello que nos daña y que tal vez -solo es mera suposición- nos pueda hacer más fuertes.
La sutiliza con que se atraviesa un sendero amorfo, es la cualidad indispensable para dejar de martirizar al corazón con escuetos suspiros de bajos instintos, los cuales tan solo se van conformando como sombras de la utilidad, de lo real, de esta innecesaria capacidad de ser uno más que se caga en su miedo.
Llorar por las noches esos temores que solo dejan que uno se vaya consumiendo a sí mismo, se vaya haciendo trisitas para quedar como un simple mojón fresco, esperando ser de nueva cuenta él que se construye día con día, trazo a trazo, línea a línea, para retomar energías de una vitalidad que se evaporó en cada suspiro, una nueva esencia, más lógica y más llena de huevos.
Mi corazón esta en un cambio constante, en un palpitar se erige a lo más alto posible, y con un sencillo escupitajo se puede venir al suelo, a la parte más baja de la atrocidad, donde la decadencia lo arropa para que se sostenga en el dolor infinito de no tener esa suave boca para succionarla, besarla y cogerla en toda la extensión de la palabra.
La burla no perdona a los maricones, la sensibilidad se vuelve pureza insana, vomito de un sentimiento arrabalero, que al decir: “basta”, se come a mordidas la fugaz huída de tu abrazo fuerte, de tu cerveza mal bebida, de mi jotería padroteada por una puta callejera, por un asco enorme que no permite el libre albedrío de nuestros cuerpos. Desnudos al amanecer de este caos pestilente a orín de vaca muerta.
Ya deje la hierba, ya no estoy fumando tu aroma, ya no se que es lo mejor que le puede suceder a este enamorado de tus pechos, de tus fuentes que brotan entre tu escueto escote, que a simple vista deja vislumbrar unos lindos pezones rosas, con su aro oscuro que es el blanco perfecto de mis labios, de tus piernas endulzadas de miel de cielo, tus rodillas duritas de tanto ajetreo mal llevado por tu persona, de tus besos y abrazos que solo llegan con otro que se anima a recibirlos, de tu muñeca delgada, triste y esperando mis dedos largos, para que en un suspiro tan solo respires mi andar desesperado, que balbucees frases pendejas como: “Estoy borracha”. Que me invites a dejar de ser uno y una y seamos mucho más que dos, una unidad sólida y maldita, beligerante y transgresora del pecado capital, que en tu sedoso cabello recrees las sandeces más creíbles, con una sinceridad extraña de una puta, de una puta mariconería que no me permite decirte algo, hacerte más de lo que jamás haya realizado mi pene, que penetre tu silueta en solo dos pasos, uno suave y directo y uno tupido y seco, que el caos sea nuestra alegría, que nos riamos de nosotros dos.