miércoles, 18 de junio de 2008

EL CUENTO DE POR QUÉ LOS PERROS SE CRUZAN LA CALLE.



grafika: prangano

Nace la avalancha de errores ortográficos, pues sin saberlo a ciencia cierta, el destino me coloco en el paso de un ser canino, que a discreción, intentaba cruzar una avenida amplia, de esas que a simple vista, a una primera impresión, nos muestra la inmensidad del tráfico cotidiano y continuo de una urbe, de una ciudad de hierro, como la nuestra.

1.- La Muerte en el Almuerzo.
Tranquilamente descansando en mi asiento predilecto, me dispuse a comerme a mordiscos discretos, un bocadillo de dudosa precedencia, de una innegable identidad, tan sumisa y apestosa como la vida misma.
Ya con el apetito saciado, me percate de los burdos intentos que poseía una criatura diminuta para salir a la calle a buscar juego, su salvación, su más sensata satisfacción de libertad. Así, entre ladridos y gruñidos, logró zafarse de una correa que le impedía saciar sus más impuros instintos, tan radiantes como el sol que alumbra las mañanas en estos amaneceres insípidos y ríspidos de una ciudad completamente cosmopolita.



Mirando de lejos el andar del canino, me doy cuenta de que él si se guía por su instinto, por su olfato, por esos sentidos que sin dirección alguna, van directo a su fatal meta, a su inseguridad hecha añicos. Llega a una esquina, se encuentra de una manera imprevista con la distancia, con su primera gran decisión, la de hallar en la parte más recóndita de su ser, una mínima muestra de esperanza; sin darse cuenta, el canino continua, cuando da un sobre salto que lo transporta, sin escalas a la muerte, a la más frágil y precoz fragancia de saberse derrotado.
Mi almuerzo termina para darle paso a mi angustia, a mi temor, a mi desgraciada sensación de ver que así de fácil y sencillo, se puede finiquitar toda imaginación de vivir una vida plena.

2.- Solo como Perro.
Me dijo la luna que ahora ya no ibas a estar junto a mí, a mi lado a la par, en este camino que nos trazamos construir. Que lástima, el final llegó antes de tiempo, ya que no estaba preparado, sin embargo, hay un compañero que esta, que pese a mi mal humor y mis malos gestos, siempre dibuja su eterna sonrisa; su sensible mirada me trasmite a mi interior la alegría necesaria para abrazarlo y desfallecerme en su regazo.
El camina con su paso semi-descuidado, semi-lento, semi-ligero, tan en zozobra en el tiempo, que no le preocupa que yo este sufriendo, él tan solo sabe estar a mi lado en estos momentos de soledad.

La perra soledad me hace presa fácil, en este estado tan solo me ilumina mi flamante desesperación, mi amigo vive sus pasos en que decidió en este día ser tan solo mi acompañante, ser él que esta a mi lado para darme un lenguetazo y hacerme sentir tan reluciente, que ninguna sensación extraña, lograra detener mi andar, hacer un stop al unísono instante en que reina en mi, la soledad, la angustia de estar solo, tan solo como un perro.

3.- Un Día Canino Cualquiera, con Gratitud al Humano.
No me digas nada, así es mejor, el no saber de ti lograra llenar mi angustia, mi depresión se saciara de ti, de tus ligeras palabras, que en estos minutos, se van alejando de todo frágil intento de libertad.
Despierto, me sacudo las marañas mañaneras, me alejo de mi camastro y con alegría matutina me dispongo a darle felicidad a este nuevo amanecer.
Olfateo todo lo que puedo, busco alimento en mi recipiente el cual encuentro vació, y a mi desdicha la lleno de aire, del suave meneo que se produce en las hojas secas que la brisa del aire arrastra a donde ya no pueda verlas.
Un ladrido y doy hincapié a que busco la salida del hogar humano, y con más desgano que entusiasmo, el joven humano que suele ser muy cariñoso conmigo, abre la puerta y le da rienda suelta a mi instinto que busca ávidamente un resquicio en la calle en donde salgan completamente todas mis aguas corporales que en la noche se acumularon.

Ya en la frescura de la calle, de la banqueta, de las avenidas, me doy el necesario tiempo y espacio para caminar a diestra y siniestra, con la firme y única convicción de conocer todo aquello que pueda oler, tocar y si me disgusta, pues simplemente ladrarle, sin embargo yo no le temo a la vida, a lo que suceda y encuentre por mi paso, los temores son los que en ocasiones los humanos suelen trasmitir, pero con mi olfato los detecto.

Trascurre, la tarde y la noche y es cuando regreso al hogar humano, no sin antes saber, que mi hogar es la calle y reconocer que los humanos, son absolutamente necesarios para que mi existencia sea más fácil y sencilla. Le agradezco eso tanto, que ya no podré, por mi propia voluntad, separarme de ellos.

4.- Naturalmente Vació.
Cuando me desperté era todo distinto a como en otras ocasiones, existía una rara sensación de vació en mi interior, algo sucedía y no me daba cuenta de que era. Las calles se me hacían enormes, los ruidos de los autos, me aturdían, mis sentidos estaban atrofiados y un poco deteriorados; cansado de tanto escándalo, me dispuse a buscar mi alimento.
Las aceras viejas, siempre han sido mi mejor medio para subsistir y aunque tenga contacto directo con algunos seres, por lo general no logro adaptarme a su manera de coartar mi libertad, pues con una cadena despreciable, me intentan domar, sin tener éxito alguno, ya que el recorrer el mundo es mi manera de vivir, de estar en medio de esta sociedad de seres que aún no logran adaptarse de lleno, a la naturaleza.

Poco a poco voy descubriendo como la naturaleza es la más fiel y serena madre que pueda tener cualquiera, pues ella sin temor alguno, nos cobija y nos guarda en tu seno materno, toda la sabiduría necesaria para lograr el crecimiento personal, el cual nos enaltece y nos hace estar en nuestra libertad.

Las personas no logran descubrir aún, que la naturaleza no requiere de ellos, que ella sola puede, le basta y le sobra para existir. Yo, me refugio muy continuamente en su bienestar.


foto: prangano

5.- Cruzar la Calle, Ese es el Dilema.
Hoy amaneció muy distinto a otras ocasiones, ya que el cielo no era azul como solía ser, ahora era gris, lo que me hace sospechar de que hoy no será un día cualquiera, hoy algo va a suceder.
Camino unos cuantos pasos y veo como caen gotas de mi interior, unas leves gotitas de sangre que hacen que una infinidad de caninos machos se me acerquen y me olfateen como buscando saciar algo en mi.
De diversos tamaños, colores pero eso sí, todos con las mismas intenciones de montarse en mi, para buscar su salvación.
Se empiezan a pelear entre ellos, se revuelcan, se muerden, se babean, y a final de cuentas, resulta imperioso poner resistencia, ya que ellos siempre triunfan y con gran dolor de ni saber porqué me sucede esto, un perro enorme, se me monta y a punta de mordidas en mis orejas, me penetra tan fuerte que aulló a más no poder, me muevo y busco salirme de ahí y sin lograrlo me pierdo en el tiempo y solo me queda la necesidad de aullar, de gritar mi dolor, de quizás encontrar una ayuda en el silencio, la cual nunca llega. Mi verdugo me somete a un dolor tan grande, que no hay nada más que hacer que permanecer inmóvil, derrotada.
De nueva cuenta una cantidad considerable de perros me sigue, ahora yo intento huir más veloz, con dirección desconocida, sin destino más que el de huir, que el ahuyentarlos me permita estar en paz, es cuando una gran avenida, me impide continuar, el cemento, lo respiro, los autos corren aprisa como también intentando escabullirse, buscando una salida a sus angustias, su stress cotidiano, el cual no se me hace tan grabe después de lo que me esta sucediendo.
Sin más pensamientos, me atravieso la avenida, y algunos aventurados caninos hacen lo mismo, sin saber que en esa intentona, acabarían con su vida.
Desde un lugar más tranquilo me hallo disfrutando de mi estadía por la vida, hoy sé que escape por última vez de la muerte.


FIN





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